El reinado virtual de la desinformación.
“Sólo ven lo que quieren ver. No saben que están muertos. - ¿Con qué frecuencia los ves?
- Todo el tiempo. Están en todas partes”
El
ministro de educación popular y propaganda del nazismo, Joseph Goebbels ideó 11 principios para controlar la información y facilitar el manejo
de las masas. El principio de orquestación ideado reza “La
propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas
incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero
siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí
viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba
por convertirse en verdad”.
Facebook
principalmente y otras redes sociales son el caldo de cultivo para operar a
través de los principios goebbelianos. Las noticias inventadas para atacar al
gobierno, a alguna figura pública o simplemente para generar temor y paranoia
es superior a las noticias que puedan desmentir, aclarar o simplemente demostrar
lo contrario.
LA AMENAZA FANTASMA
La
falta de capacidad crítica de las personas, que a través de los “me gusta” y
“compartir” simplemente caen en el juego de la manipulación, orquestada desde
teclados anónimos, sin ninguna responsabilidad sobre lo que hacen, genera una
repetición de una realidad tergiversada, una realidad que es creada al gusto de
quien da el “like”. Como no existe la capacidad de corroborar fuentes, se
termina pensando que dichas noticias son la prueba real del mundo como se imagina,
del mundo desastroso y maligno, donde todo funciona negativamente y los poderes
fácticos actúan subrepticiamente.
El
problema de esta realidad tergiversada es que la gente piensa que la red es una
forma real de participación. Cree que el like y la compartición de información
errada o directamente falsa ayuda a transformar el mundo, a develar la realidad
objetiva, la realidad perversa. La trampa de las redes sociales como expresa Zigmunt
Bauman es que las personas no son capaces de reconocer la realidad objetiva de
la realidad virtual. Dichas redes sociales al hacer un seguimiento de los
gustos de sus usuarios presentan en sus páginas de inicio solo el reflejo de la
propia imagen del dueño, la extensión del ego que se transforma en parte del
espacio personal, que se defiende con uñas y dientes.
El
espacio virtual como extensión del ego necesita menos habilidades sociales para
relacionarse, es un espacio protegido donde uno decide lo que aparece, a quien
acepta en su espacio, que comparte y que es lo que gusta. Este espacio es como
un feudo protegido, donde el monopolio de la fuerza está en manos del
propietario quien puede borrar, expulsar, ignorar y bloquear todo lo que no
guste o ponga en riesgo el mundo construido y por extensión, al ego. La
discusión, la confrontación y el riesgo son evitados. Es preferible ignorar a
caer en una discusión que puede desgastar los cimientos del mundo creado. Es
preferible defender el error que reconocerlo.
La sensación
de control que dan las redes sociales hace que la gente se intente mantener en
su zona de confort, repitiéndose a sí mismos y convenciendo al resto de
usuarios sobre la verdad construida a partir de la propia red. El perfil
público se mantiene intacto mientras se mantenga la creencia de que “se piensa
como todo el mundo”. Todo aquel que perturbe ese orden se convierte en un
troll, un invasor del espacio personal, un violador. Sobre ellos caen las penas
del infierno si en vez del buscado “me gusta” se intenta criticar o dar una
opinión distinta.
Esta
estructuración de la red social es parte de la paradoja del conocimiento de
nuestra era global. Nunca antes en la historia se ha tenido acceso tan
inmediato a tantas fuentes de información, sin embargo parece que las
habilidades para discriminar una información valida de otra falsa se están
olvidando debido a la comodidad de la propia red. La externalización del
control, de la opinión y la evitación del debate son parte de la participación
virtual.
SALTANDO ENTRE LAS RUINAS.
La
paradoja de la sociedad global y de la información es que la información ya no
tiene filtro. El filtro que existía y que permitía una confianza en la
información que se recibía ha sido desplazado hacia un segundo plano. La
sacralización de internet producida por la sobre valoración de ésta como
herramienta informativa a significado que la gente confía en la información
presentada solo por el hecho que se está leyendo ahí, en la pantalla, donde
tienen acceso a escribir los dioses del olimpo virtual. Las noticias se
expanden, se viralízan con una velocidad nunca antes vista y son extremadamente
contagiosas. La creencia de que se piensa como todo el mundo no da lugar a
matices críticos, se cree o no se cree, no se liman las aristas ni se busca la
validez de las fuentes. Esta situación crea una serie de tensiones entre la
realidad objetiva y la que se intenta reproducir, creando una crisis de
confianza con los canales habituales que siembran el camino para la
especulación, la teoría conspirativa y los charlatanes ideológicos.
¿A
dónde llegaremos con esta situación? No creo que esta situación lleve al caos o
la caída de gobiernos para dar paso a una sociedad más democrática, sin embargo
si desestabiliza a la sociedad que no está acostumbrada a un flujo de
información tan grande y tan inmediata que no se puede gestionar ni se puede
procesar a la velocidad con que se crean. He ahí el problema. La sociedad de la
información desinforma. Ese es el peligro real ya que la manipulación de las
personas, de su opinión y la construcción
social de su realidad esta posibilitada por realidades virtuales, por
espacios simbólicos de control y poder en donde la última palabra no la tiene
el dueño del perfil sino que es este el que legitima una realidad inventada por
mentirosos y manipuladores profesionales.
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