martes, marzo 29, 2016

El reinado virtual de la desinformación.

“Sólo ven lo que quieren ver. No saben que están muertos. - ¿Con qué frecuencia los ves? - Todo el tiempo. Están en todas partes”


El ministro de educación popular y propaganda del nazismo, Joseph Goebbels ideó 11 principios para controlar la información y facilitar el manejo de las masas. El principio de orquestación ideado reza “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
Facebook principalmente y otras redes sociales son el caldo de cultivo para operar a través de los principios goebbelianos. Las noticias inventadas para atacar al gobierno, a alguna figura pública o simplemente para generar temor y paranoia es superior a las noticias que puedan desmentir, aclarar o simplemente demostrar lo contrario.
LA AMENAZA FANTASMA
La falta de capacidad crítica de las personas, que a través de los “me gusta” y “compartir” simplemente caen en el juego de la manipulación, orquestada desde teclados anónimos, sin ninguna responsabilidad sobre lo que hacen, genera una repetición de una realidad tergiversada, una realidad que es creada al gusto de quien da el “like”. Como no existe la capacidad de corroborar fuentes, se termina pensando que dichas noticias son la prueba real del mundo como se imagina, del mundo desastroso y maligno, donde todo funciona negativamente y los poderes fácticos actúan subrepticiamente.
El problema de esta realidad tergiversada es que la gente piensa que la red es una forma real de participación. Cree que el like y la compartición de información errada o directamente falsa ayuda a transformar el mundo, a develar la realidad objetiva, la realidad perversa. La trampa de las redes sociales como expresa Zigmunt Bauman es que las personas no son capaces de reconocer la realidad objetiva de la realidad virtual. Dichas redes sociales al hacer un seguimiento de los gustos de sus usuarios presentan en sus páginas de inicio solo el reflejo de la propia imagen del dueño, la extensión del ego que se transforma en parte del espacio personal, que se defiende con uñas y dientes.
El espacio virtual como extensión del ego necesita menos habilidades sociales para relacionarse, es un espacio protegido donde uno decide lo que aparece, a quien acepta en su espacio, que comparte y que es lo que gusta. Este espacio es como un feudo protegido, donde el monopolio de la fuerza está en manos del propietario quien puede borrar, expulsar, ignorar y bloquear todo lo que no guste o ponga en riesgo el mundo construido y por extensión, al ego. La discusión, la confrontación y el riesgo son evitados. Es preferible ignorar a caer en una discusión que puede desgastar los cimientos del mundo creado. Es preferible defender el error que reconocerlo.
La sensación de control que dan las redes sociales hace que la gente se intente mantener en su zona de confort, repitiéndose a sí mismos y convenciendo al resto de usuarios sobre la verdad construida a partir de la propia red. El perfil público se mantiene intacto mientras se mantenga la creencia de que “se piensa como todo el mundo”. Todo aquel que perturbe ese orden se convierte en un troll, un invasor del espacio personal, un violador. Sobre ellos caen las penas del infierno si en vez del buscado “me gusta” se intenta criticar o dar una opinión distinta.
Esta estructuración de la red social es parte de la paradoja del conocimiento de nuestra era global. Nunca antes en la historia se ha tenido acceso tan inmediato a tantas fuentes de información, sin embargo parece que las habilidades para discriminar una información valida de otra falsa se están olvidando debido a la comodidad de la propia red. La externalización del control, de la opinión y la evitación del debate son parte de la participación virtual.

SALTANDO ENTRE LAS RUINAS.

La paradoja de la sociedad global y de la información es que la información ya no tiene filtro. El filtro que existía y que permitía una confianza en la información que se recibía ha sido desplazado hacia un segundo plano. La sacralización de internet producida por la sobre valoración de ésta como herramienta informativa a significado que la gente confía en la información presentada solo por el hecho que se está leyendo ahí, en la pantalla, donde tienen acceso a escribir los dioses del olimpo virtual. Las noticias se expanden, se viralízan con una velocidad nunca antes vista y son extremadamente contagiosas. La creencia de que se piensa como todo el mundo no da lugar a matices críticos, se cree o no se cree, no se liman las aristas ni se busca la validez de las fuentes. Esta situación crea una serie de tensiones entre la realidad objetiva y la que se intenta reproducir, creando una crisis de confianza con los canales habituales que siembran el camino para la especulación, la teoría conspirativa y los charlatanes ideológicos.
           


¿A dónde llegaremos con esta situación? No creo que esta situación lleve al caos o la caída de gobiernos para dar paso a una sociedad más democrática, sin embargo si desestabiliza a la sociedad que no está acostumbrada a un flujo de información tan grande y tan inmediata que no se puede gestionar ni se puede procesar a la velocidad con que se crean. He ahí el problema. La sociedad de la información desinforma. Ese es el peligro real ya que la manipulación de las personas, de su opinión y la construcción  social de su realidad esta posibilitada por realidades virtuales, por espacios simbólicos de control y poder en donde la última palabra no la tiene el dueño del perfil sino que es este el que legitima una realidad inventada por mentirosos y manipuladores profesionales.

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